Panamá es sobre todo conocido por el canal que enlaza el Atlántico y el Pacífico, descomunal, pero en realidad esconde un sinfín de sorpresas: una naturaleza omnipresente, salvaje y accesible; el volcán Baru, genial para ascender de noche y llegar de madrugada a la cima; el parque nacional Darien habitado por los indios Wounans; la isla de Coiba con sus arrecifes coralinos…
Uno de nuestros periplos favoritos nos lleva, a bordo de un catamarán, hasta el archipiélago de San Blas (de sus 378.000 islas, sólo 60 están habitadas) para descubrir sus fondos submarinos, practicar el snorkeling, nadar con total libertad entre peces de colores, broncearnos en sus playas de arena blanca, y dormir en las cabañas de los pintorescos poblados Kunas bajo un puñado de estrellas.
Algo más allá está la isla de Taboga con su jungla tropical, su idílica costa y su reserva de pelícanos negros, Y ya al norte, el archipiélago de Bocas del Toro, con su atmósfera afro-caribeña, que también invita a todo tipo de experiencias náuticas entre manglares, lagunas, delfines y procesiones de tortugas gigantes.