Uno de los países más pobres de la Latinoamérica sorprende por sus contrastes, por la riqueza de su cultura y paisajes. En unas horas pasamos de las cimas nevadas de los Andes a la selva amazónica, de las iglesias coloniales a los vestigios incas, de lagunas multicolores y volcanes al altiplano y a un desierto de sal…
La Paz, a 3.000 metros de altitud, también asombra por su espectacular enclave, que en buena parte se puede recorrer el teleférico. De la Plaza Murillo, rodeada de espléndidos edificios, pasamos al Museo de la Coca, al Mercado de las Brujas con sus insólitos productos, y al rocoso Valle de la Luna, con sus llamativas esculturas naturales.
El alma del país también se manifiesta en el mercado de Tarabuco, en los restos coloniales de Sucre, en las minas de plata de Potosí, en los bares de jazz de Santa Cruz, palpando la biodiversidad del parque de Madidi, y cómo no, en las misiones jesuitas con sus vestigios religiosos de los siglos XVII y XVIII.